Second Life (SL) puede definirse como un ‘metaverso’ (palabra resultante de la unión de conceptos ‘realidad virtual’ y ‘comunidad virtual’) que emula la vida. Parece un videojuego, pero no hay objetivos. Es como darse un paseo tridimensional por Internet. SL ha llegado ya a los cuatro millones de usuarios, aunque sólo 1.300.000 entran con frecuencia y conectados a la vez, no pasan de 30.000.
¿Qué pasa en este universo virtual? Que mueve pasta. Porque SL es también una economía, con moneda propia, el dólar linden, que paga el dueño con una tarjeta de crédito real. Cada día los residentes gastan 1,14 millones de euros de verdad en transacciones virtuales. Medio centenar de multinacionales, grupos musicales, empresas, marcas y partidos políticos ya han optado por duplicarse en este mundo tridimensional. ¿Ejemplos? Adidas y Reebok venden calzado y ropa deportivos; IBM y Dell celebran congresos; bandas como U2 o Duran Duran saben lo que es dar un concierto sobre un ciberescenario; la ONG Médicos Sin Fronteras quiere montar un campos de refugiados online, y hasta el partido ultraderechista francés ha abierto una sede, lo que ha provocado ‘manifestaciones virtuales’.
“Las posibilidades para el marketing y el comercio electrónico son infinitas. A diferencia de Internet, donde sólo hay información, en los mundos sintéticos hay personas detrás de los avatares (las identidades virtuales) y se presenta la información de forma más visual y cercana.”, explica Irving Wladawsky-Berger, vicepresidente de innovación en IBM. “Imagine un futuro donde en vez de comprar por Internet fuese con su avatar y el de una amiga al Corte Inglés de SL. Se probarían ropa juntas, hablarían con la dependienta...” Pero es pronto para tirar cohetes: “Está en fase experimental, como la Red en 1995: no había contenidos y se temía que sólo sirviese para chatear y ver porno”.
SL no requiere el pago mensual de una cuota para disfrutar de él. Basta con darse de alta es su página web e instalar el programa adjunto. Se ingresa así en un selectísimo club donde casi todo es posible. SL da la oportunidad de proyectar deseos y frustraciones, de tener un físico y una personalidad distintos; de vivir, en definitiva, una vida virtual imposible en el mundo real.
El Nobel portugués José Saramago ya se ha expresado en relación de este paraíso virtual: "Decía Rimbaud que la verdadera vida está en otro lado. Lo que significa que la vida real es insuficiente, no basta. Aunque no creo que SL sea el camino adecuado. El riesgo aquí es que se convierta en una adicción que acabe encerrando a la persona en sí misma, en su personaje. Tengo que decir que eso me asusta".
¿Qué pasa en este universo virtual? Que mueve pasta. Porque SL es también una economía, con moneda propia, el dólar linden, que paga el dueño con una tarjeta de crédito real. Cada día los residentes gastan 1,14 millones de euros de verdad en transacciones virtuales. Medio centenar de multinacionales, grupos musicales, empresas, marcas y partidos políticos ya han optado por duplicarse en este mundo tridimensional. ¿Ejemplos? Adidas y Reebok venden calzado y ropa deportivos; IBM y Dell celebran congresos; bandas como U2 o Duran Duran saben lo que es dar un concierto sobre un ciberescenario; la ONG Médicos Sin Fronteras quiere montar un campos de refugiados online, y hasta el partido ultraderechista francés ha abierto una sede, lo que ha provocado ‘manifestaciones virtuales’.
“Las posibilidades para el marketing y el comercio electrónico son infinitas. A diferencia de Internet, donde sólo hay información, en los mundos sintéticos hay personas detrás de los avatares (las identidades virtuales) y se presenta la información de forma más visual y cercana.”, explica Irving Wladawsky-Berger, vicepresidente de innovación en IBM. “Imagine un futuro donde en vez de comprar por Internet fuese con su avatar y el de una amiga al Corte Inglés de SL. Se probarían ropa juntas, hablarían con la dependienta...” Pero es pronto para tirar cohetes: “Está en fase experimental, como la Red en 1995: no había contenidos y se temía que sólo sirviese para chatear y ver porno”.
SL no requiere el pago mensual de una cuota para disfrutar de él. Basta con darse de alta es su página web e instalar el programa adjunto. Se ingresa así en un selectísimo club donde casi todo es posible. SL da la oportunidad de proyectar deseos y frustraciones, de tener un físico y una personalidad distintos; de vivir, en definitiva, una vida virtual imposible en el mundo real.
El Nobel portugués José Saramago ya se ha expresado en relación de este paraíso virtual: "Decía Rimbaud que la verdadera vida está en otro lado. Lo que significa que la vida real es insuficiente, no basta. Aunque no creo que SL sea el camino adecuado. El riesgo aquí es que se convierta en una adicción que acabe encerrando a la persona en sí misma, en su personaje. Tengo que decir que eso me asusta"