viernes, 30 de octubre de 2009

Newsletters

La realización de transacciones comerciales a través de internet se ha convertido en un hábito para nosotros, incluso dentro de nuestras actividades más cotidianas. La reserva de una habitación de hotel, la adquisición de un billete de avión o de unas simples entradas para el cine, son acciones para las que ya rara vez empleamos las taquillas o el teléfono.

Fabricantes y distribuidores, conscientes del enorme potencial de estos canales de venta, no han tardado en poner a disposición de los usuarios toda clase de sitios web en los que poder obtener sus productos utilizando mecanismos extremadamente sencillos y fiables.
El proceso es siempre el mismo: buscamos información, comparamos precios y compramos. Finalmente, antes de validar la compra, se nos ofrece la posibilidad de que recibamos noticias u ofertas sobre esa compañía. Una operación que por lo general aceptamos de forma inopinada, facilitando nuestro correo electrónico a una base de datos.

Las consecuencias que se derivan de este sencillo gesto son de sobra conocidas. Emplear cinco minutos diarios en eliminar las decenas de alertas sobre eventos, ofertas e incluso anuncios que copan nuestras cuentas de correo electrónico se ha convertido en un acto rutinario en nuestras vidas. El tráfico de mensajes de estas características es de tal magnitud, que el receptor acaba actuando de la misma manera que si recibiese el tan conocido spam, lo que se traduce en su envío a la papelera de reciclaje con la habitual sensación de fastidio.
Esta situación está generando efectos perversos para los propios anunciantes, que por lo general han optado por difundir sus mensajes de forma indiscriminada, sin reparar en los verdaderos hábitos y necesidades de compra de sus clientes potenciales. El nivel de saturación publicitaria en las bandejas de correo ha llegado a un punto en el que los mensajes han dejado de tener eficacia; y los clientes, confianza en las marcas. Un deterioro difícilmente recuperable.

Lo que podría haber sido una excelente estrategia de comunicación y marketing, gracias a su capacidad para segmentar clientes a tan bajo coste, ha derivado en una práctica ineficaz y contraproducente. Hasta que anunciantes y publicistas no sean capaces de identificar dónde se encuentra el umbral de saturación para esta práctica, las newsletters deberán considerarse un formato publicitario fracasado.


María Bravo Galán
Publicidad y RR.PP 4.2

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